Pues bien, este uso terapéutico ya se aplicó hace más de un siglo (en Europa y Norteamérica) a los vibradores para tratar la enfermedad que parecía convertirse en epidemia de la época: la histeria femenina.
La histeria (del griego ὑστέρα, "útero") era producida por una congestión genital que debía aliviarse mediante masajes vaginales hasta llegar al orgasmo (el llamado paroxismo histérico).
En la Inglaterra victoriana del s. XIX eran comunes las consultas médicas para tratar lo que se consideraba una enfermedad derivada del deseo sexual reprimido. Además, en aquellos tiempos no estaba bien visto que las mujeres acudieran solas a la consulta del médico y eran acompañadas por sus madres o maridos, que esperaban pacientes junto a su hija o esposa hasta que ésta llegaba al orgasmo (imagina la escena).
Cansado de realizar masajes durante todo el día a sus numerosas pacientes, el doctor Joseph Mortimer Granville desarrolló el primer vibrador eléctrico alrededor de 1882. El inconveniente era su gran tamaño, que hacía necesario su uso en la consulta médica.
En 1902 Hamilton Beach patentó el primer vibrador personal de mano, para un uso más íntimo en el propio hogar de cada mujer. Se convirtió en el tercer aparato eléctrico disponible en los hogares (precedido por la nevera y el ventilador). Las mujeres los podían comprar por correo y se anunciaban en las revistas de decoración y bordado.
Anuncio de vibradores de principios del s. XX |